Hoy vamos a discutir la batalla que luchamos dentro de cada uno de nosotros y que nos impide tener impulso en nuestra vida. La batalla es entre el egoísmo y el desinterés. Ahora, no sé ustedes, pero existe una inclinación natural dentro de mí que quiere que busque ser el número uno.
No me pidas que comparta mi pastel contigo. No te atravieses delante de mí cuando conduzco. Y ocuparé el descansabrazo si estás sentado a mi lado en el avión. Mantén los codos alejados de mí. Hay algo dentro de mí que me hace pensar primero en mí y en los demás, honestamente, no tanto. Y aunque sé lo que Jesús dice acerca de vivir la vida como un sirviente, me ha resultado fácil ignorar cómo vivió Jesús y lo que nos ha ensenado.
Seré honesto contigo, estoy decepcionado conmigo mismo. Mira, soy yo quien se da la vuelta y actúa como si todavía estuviera dormido cuando mi esposa se despierta a la media noche y quiere que investigue qué está pasando porque escuchó un ruido raro.
No hago eso porque soy egoísta. Estoy decepcionado conmigo mismo porque cuando me voy a acostar por la noche, el mundo se tiene que caer para volver a levantarme. De hecho, puedo ver a mi esposa trabajar hasta morir y ni siquiera ofrezco mover un dedo. Mis hijas pueden acercarse a mí y pedirme ayuda, y yo las miro y les digo: "Ve a buscar a tu madre. Ella necesita que la necesiten". Puedo ver que alguien tenga una necesidad y mirar hacia otro lado y ni siquiera levantar un dedo para ayudar porque mis necesidades son primero.
Encuentro un gran consuelo al saber que los discípulos de Jesús también lucharon con esto. Si lees a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, hay una cuestión que surge una y otra vez con los discípulos: ¿Cuál de ellos es el más importante?
Parece que siempre intentaron competir por ser el número uno. Pensaban que la satisfacción y una vida con significado provenían de hacer grande su propio nombre. Marcos 9:33 dice: "Llegaron a Capernaum y cuando Jesús llego a esa casa, les preguntó: '¿De qué discutían en el camino?' Pero ellos callaron, porque en el camino habían estado discutiendo sobre quién era el mejor, y sentándose Jesús llamó a los 12 y les dijo: 'Si alguno quiere ser el primero, tiene que ser el último y el servidor de todos'.
En ese momento, agarró a un niño y lo puso en medio de ellos, tomándolo en sus brazos, y les dijo: El que recibe a uno de estos niños en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí solamente, sino también al que me envió.'"
Los discípulos probablemente iban detrás de Jesús teniendo su típica pequeña pelea sobre cuál de ellos era el mejor. Cuando entraron en casa, Jesús les preguntó: "¿Por qué estaban discutiendo?" Y los discípulos se callaron porque sabían que su discusión no estaba de acuerdo con las enseñanzas y la vida de Jesús.
Y después de un momento de silencio, Jesús tomó a un niño pequeño. En el texto original griego, nos dice que el niño probablemente era un pequeño que apenas podía caminar. Entonces Jesús llamó al niño y lo colocó frente a los discípulos. El libro de Mateo nos da un poco más de detalle sobre lo que Jesús dijo a los discípulos. Jesús dijo: "les aseguro que, si no cambian y se comportan como los niños, no entraran en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como este niño, ése es el más importante en el reino de los cielos".
Jesús mira a sus discípulos y dice: "Chicos, quiero que piensen en este niño. Un niño es dependiente e indefenso. El niño no tiene ninguna ambición de ser grande a los ojos de los demás. Señores, quieren ascender en mi reino, deben humillarse primero".
El que genuinamente se considera asimismo como menos importante, ese es el al que Dios considera como el más importante. Los discípulos debieron haber pensado que Jesús estaba bromeando porque dos capítulos después, volvió a mencionar la cuestión de quién es el más importante. Esta vez, la madre de Santiago y Juan se acercó a Jesús y le preguntó si sus hijos podían sentarse en el lugar de honor cuando Jesús entrara en Su reino. Cada uno de los discípulos creía que Jesús iba a establecer un reino terrenal y ella sólo quería los mejores asientos de la casa para sus dos hijos. No podemos culpar a una mamá por eso.
Lo único que quiere es lo mejor para sus hijos. Pero cuando el resto de los discípulos escucharon esa petición, se enojaron. La Biblia dice que cuando los otros oyeron, se indignaron con los dos hermanos. Los puedo escuchar ahora. "Santiago y Juan, ustedes son los consentidos de su mamá. No puedo creer que la hayan obligado a hacer esto".
¿Por qué están tan enojados estos hombres? Creo que están enojados porque no pensaron primero. En Mateo capítulo 20 versículo 25 Jesús los reunió y les dijo: "Ustedes saben que los gobernantes de este mundo tratan a su pueblo con prepotencia y los funcionarios hacen alarde de su autoridad frente a los súbditos. Pero entre ustedes será diferente.
que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente, y el que quiera ser primero entre ustedes Debra convertirse en esclavo. Pues ni aun el hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos.
¿Por qué Jesús se frustró con los discípulos? ¿Qué hay de malo en tener éxito y llegar a la cima? Bueno, eso no tiene nada de malo. Dios no tiene ningún problema con las personas exitosas. Abraham, José, Job, David, Nehemías, todas esas personas fueron extremadamente exitosas y ambiciosas, pero tuvieron sus prioridades muy claras.
No fueron soberbios. En su mayor parte, mantuvieron sus ojos en Dios y querían agradarle en todo lo que decían y hacían. En realidad, usaron su posición no para ganar gloria o notoriedad para sí mismos, sino para ayudar a otros y hacer avanzar el reino de Dios.
¿No es eso lo que tenemos que hacer? Filipenses 2:3 dice: "No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. No se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás".
Ahora, pon tu atención en la palabra “nada". No hagas nada por medio de la ambición egoísta o por vanidad. Mira, la 'ambición egoísta' es insistir en tu propio camino. Y la 'vanidad' es pensar que eres más importante que los demás.
Cuando hacemos que cualquier aspecto de nuestra vida dependa de nosotros mismos, tendremos problemas. Déjame hablarte del orgullo. El orgullo nos hace creer que somos más grandes, más inteligentes y más rápidos que los demás. Nos hace menospreciar a los demás y nos hace creer que hay ciertas cosas que están por debajo de nosotros.
Por supuesto, el antídoto contra el egoísmo y el orgullo es la humildad y el servicio. Ser una persona humilde no significa que seas un débil. No significa que dejaras que otras personas te pisoteen. Ser humilde significa que tienes una comprensión precisa de quién eres tú y de quién eres en Cristo. ¿Entonces, quién eres? Bueno, somos pecadores que hemos sido perdonados. Somos mentirosos que hemos encontrado la verdad.
Hemos caído y tropezado más veces de las que podemos contar y, sin embargo, tenemos un Dios que todavía cree en nosotros. También somos hijos de Dios y lo representamos en cada palabra y en cada obra, y se supone también que somos las manos y los pies de Jesús.
Se supone que no sólo debemos hacer actos de servicio sino también ser servidores en cada entorno en el que nos encontramos. Debemos ser los que veamos una necesidad y luego la satisfagamos.
¿Te imaginas lo radicalmente diferente que sería nuestro mundo si decidiéramos que el título más alto, la meta más grande en la vida fuera ser un sirviente? ¿Te imaginas que diferente sería todo en nuestra vida si eligiéramos servir a los demás en lugar de servirnos a nosotros mismos?
Entonces, ¿qué pasaría si nos detuviéramos y mostráramos interés en las personas con las que trabajamos? ¿Qué pasaría si fuéramos nosotros quienes alentamos y ayudamos a otros a alcanzar su máximo potencial?
Me pregunto si tomáramos esto en serio, ¿cuántas necesidades más podríamos satisfacer en nuestra comunidad?
Quiero decir, es fácil venir a la iglesia así y pensar que no necesitan mi servicio, que lo tienen todo cubierto. Pero estás equivocado. Hay mucho más que se puede hacer. Entonces, ¿qué pasaría si durante el servicio en la iglesia nos desplazáramos unas sillas hacia el medio, en lugar de obligar a todos a saltar sobre nosotros? ¿Y cómo sería ver una lista de espera para trabajar con nuestros hijos? ¿Y cuántos adolescentes podrían encontrar un mentor y un amigo? ¿Cómo sería si fuéramos sirvientes en nuestros hogares?
Papás, ¿qué tal si apagamos la tv. y nos levantamos para ayudar con tus hijos? ¿Si los cónyuges se escribieran cartas de amor sin ninguna razón en especial? ¿Si los esposos y las esposas buscaran cómo satisfacer las necesidades de la otra persona en lugar de frustrase con lo que su cónyuge no está haciendo por ellos?
Y esto es lo interesante. Jesús dijo que serías bendecido si vivieras así. ¿Sabes lo que significa esa palabra? Significa que habría alegría. Alegría dentro de nosotros que nos llenaría de propósito y paz en nuestras vidas.
Hace unos meses, me di cuenta de que mi esposa nunca se sienta por la noche a ver un programa o leer un libro. Ella siempre anda corriendo, preparando la cena, limpiando la cocina, lavando la ropa, preparando a los niños para ir a dormir. Aquí estoy yo tirado en el sofá cambiando canales. Dios comenzó a hacerme ver esto. Entonces hice que mis hijas hicieran más tareas en la casa. ¡¡¡Estoy bromeando!!! Decidí servir más a mi esposa.
Cuando estudias lo que Jesús dice cuando quiere que seamos siervos, no se refiere simplemente a servir durante unas horas como voluntario. Está hablando de servir a los demás en todos los aspectos de nuestra vida.
¿Sabes qué? Aprendí a usar la aspiradora y limpio la mesa después de comer e incluso doblo la ropa. Emi esposa no me deja lavar la ropa. Han pasado dos cosas. Me siento mucho mejor conmigo mismo. Siento que estoy contribuyendo con mi ayuda. Creo que se ha enamorado un poco más de mí y eso no tiene nada de malo.
También descubrí que una vez que empiezas a ser un sirviente, otras personas esperan que lo hagas todo el tiempo. Y ese es el problema, ¿no?
Si pudiéramos hacerlo de vez en cuando, estaría bien, pero ahora esperan que sigamos haciéndolo. Y seamos honestos, no estamos seguros de querer servir a los demás permanentemente. Pero ahí es donde encontramos la alegría. Es al servir a los demás donde encontramos un propósito.
Es al servir a los demás donde sentimos la sonrisa de Dios sobre nosotros. Intenta ver una necesidad y a satisfacerla. Inténtalo todos los días durante los próximos 30 días, durante todo el día, y te apuesto que serás más bendecido que nunca en tu vida.
©2025 Sagebrush Church