Transcripción de vídeo:
Por mucho que no queramos rendirnos ante tentación, habrá momentos, probablemente todos los días, en los que así sucederá. Diremos algo indebido. Haremos algo malo. Inclusive, iremos a algún lugar al que no deberíamos ir. La conclusión es que algunas veces elegiremos ir por el camino equivocado en lugar del camino de Dios. Y como resultado, nos sentiremos alejados de Dios porque le hemos desobedecido. Ahora bien, ¿eso significara que ya no somos cristianos porque hemos pecado? Tengo buenas noticias. Absolutamente no. Si ese fuera el caso, nadie sería cristiano porque los cristianos siguen siendo pecadores.
Cuando una persona entrega su vida a Jesús, se convierte en hijo de Dios y su relación con Dios es confiable porque Dios seguirá siendo fiel a nosotros, incluso cuando nosotros no le seamos fieles. Déjame intentar explicártelo de esta manera. Cuando naciste, naciste en una familia. Y no importa lo que hicieras, siempre serás el hijo de tus padres. Ser su hijo no tuvo nada que ver con tu desempeño o con tu buen comportamiento. Eres su hijo, pase lo que pase. De la misma manera, cuando una persona entrega su vida a Jesús, él o ella nace en la familia de Dios. Por lo tanto, al convertirnos en hijos de Dios, nuestra relación con Dios no cambia basado en nuestro desempeño o nuestro buen comportamiento. Seremos siempre hijos de Dios, pase lo que pase.
Ahora bien, lo que puede cambiar frecuentemente es qué tan estrecha o apartada sea la relación entre tú y tus padres. Cuando eras niño, tus padres tenían ciertas reglas que querían que siguieras y te dieron esos límites porque te amaban y querían que tuvieras la mejor vida posible. Pero seguramente alguna vez decidiste desobedecer y supongo que tus padres no te repudiaron. Probablemente estaban decepcionados, pero seguiste siendo su hijo. O podría haber sido una situación tensa hasta que confesaste lo que hiciste y te reconciliaste con ellos. Y si tuvieras buenos padres, por supuesto que te perdonarían.
Bueno, lo mismo sucede con Dios. Dios nos ha dado límites dentro de los cuales quiere que vivamos porque quiere que tengamos la mejor vida posible. Pero cuando decidimos ignorar esos límites, Dios no nos repudia. Podría estar decepcionado con nosotros. Pero seguimos siendo sus hijos. Y cuando confesamos nuestro pecado, nos reconciliamos con Él. Y la buena noticia es que Dios está ansioso por perdonarnos por las ofensas que hayamos cometido. Nuestra relación como hijos del Rey de Reyes, es permanente, pero nuestra relación con Dios puede cambiar de vez en cuando en función de nuestro amor y nuestra obediencia hacia Él.
Déjame intentar explicártelo de otra manera. Bob Stromberg cuenta la historia de un día en que su hijo llegó a casa después del colegio con un catálogo de libros en la mano. Su intención era conseguir un libro sobre tiburones asesinos, pero era tan caro que ni siquiera le pidió dinero a su padre. En su lugar, acudió directamente a la fuente del dinero abundante. Fue a ver a su abuela. Él la llamó y ella accedió a comprarle el libro. Y después de semanas de espera, finalmente llegó por correo y el libro era hermoso. No podía esperar a llevarlo al colegio para mostrarlo a sus amigos al día siguiente.
A la mañana siguiente, Bob se estaba preparando para partir hacia el aeropuerto cuando su hijo bajó las escaleras con su nuevo libro. Afuera estaba nevando, así que Bob le pidió a su hijo que se asegurara de que el libro estuviera cubierto para que no se fuera a mojar, pero el niño estaba tan emocionado que no escuchó a su papá. Mientras se ponía los zapatos, le dijo a su papa: "Voy a ver si habrá un programa especial hoy para poder mostrarle el libro a mis amigos y a toda la clase". Bob respondió: "Bueno, eso es genial, hijo. Veamos si podemos meter ese libro en la mochila". El niño miró a su padre y dijo: "No cabe" y añadió: "Después del programa escolar, voy a sacar el libro para el recreo".
Bob dijo: "Escucha, hijo, no puedes sacar el libro al recreo. Afuera está nevando y cada copo de nieve es como una gota de lluvia. La nieve arruinará tu libro". El pequeño miró a su papá y le dijo: "Todo estará bien, papá". Bob dijo: "No, no estará bien. Es un libro caro". Bueno, estaba a la mitad de una frase cuando el niño exclamo: "Papá, no puedo controlar el clima, ¿no es así?". Bob dijo: "Así es. Pero puedes hacer algo con el libro". Bob dijo: "Pongamos el libro en una bolsa". El niño pequeño dijo: "No me imagino llevando un libro en una bolsa a la escuela". Él dijo: "De ninguna manera". Bob dijo: "Entonces no llevarás el libro a la escuela".
El hijo miró a su padre y le dijo: "Entonces no iré a la escuela". Bob dijo: "Entonces no te quedarás con el libro". Fue uno de esos raros momentos donde los padres tuvieron la respuesta perfecta. Bueno, el niño parecía confundido y luego dijo lo que tenía en mente. Miró a su padre y le dijo: "Papá, a veces eres tan estúpido". Eso fue todo. Bob miró a su hijo y le dijo: "Se me hace tarde para tomar mi vuelo, pero hablaremos de esto cuando llegue a casa. Ahora ve a la escuela". El hijo salió pisando fuerte por la puerta y calle abajo con el puño al costado y el sombrero fuera de la cabeza, una señal obvia de desafío.
Más tarde ese día, cuando Bob llegó a Minnesota, tomó el teléfono y llamó a su casa. Su esposa respondió diciendo: "Hay un joven aquí que ha estado esperando junto al teléfono para hablar contigo". La siguiente voz que escuchó Bob fue la de su hijo tratando de contener las lágrimas. Él dijo: "Papá, quiero decirte cuánto lamento la forma en que actué y lo que dije, y lo siento muchísimo". Bob dijo: "Está bien, hijo. Hablaremos de ello cuando llegue a casa". El niño respondió: "Papá, en el recreo, ni siquiera jugué con los otros niños. ¿Conoces ese lugar junto al patio de juegos donde puedes mirar al otro lado del estacionamiento y ver el borde de nuestro camino de entrada? Simplemente me paré justo allí y estuve allí durante todos los demás recreos también". Y Bob le preguntó a su hijo: "¿Por qué hiciste eso?"
Ahora, entre fuertes sollozos, el niño dijo: "Papá, seguí mirando el camino de entrada a la casa porque estaba seguro de que vendrías". Bob dijo: "Pero sabías que ahora no podía ir, hijo".
Ahora, la voz del niño apenas se podía escuchar lo que decía: "Lo sé papá, pero necesitaba tanto que vinieras a casa. Lo siento mucho. Por favor, ¿puedes perdonarme?". Bob dijo: "Por supuesto, hijo, te amo y te perdono". Pero el corazón de Bob estaba roto. Por primera vez su hijo experimento dolor por sentirse separado espiritualmente de su padre, una separación que él mismo había causado, una separación que sólo un padre podía restaurar.
Mientras Bob caminaba por el aeropuerto, las lágrimas corrían por sus mejillas, lágrimas no sólo por su hijo sino también por él mismo. Bob pensó: "¿Cuántas veces he sentido la desesperación de la separación con mi Padre celestial, la separación impuesta por mi propio comportamiento? ¿Cuántas veces me he quedado afuera de la celebración que Dios desea para mi vida, llevando una carga de culpa, preguntándome si Dios podría perdonarme?” ¿Cuántas veces he sufrido como mi hijo, anhelando el abrazo de su papá? ¿Será que Dios anhela tenerme en sus brazos tanto como yo anhelo tener a mi hijo?
Y por supuesto la respuesta es sí. Dios está ansioso por perdonarnos. De hecho, Dios está más ansioso por perdonarnos que nosotros por pedirle perdón.
¿Quieres saber la verdad que he encontrado? Las personas harán una de tres cosas cuando pecan: Minimizarán su pecado, maximizarán su pecado, o se arrepentirán de su pecado. Algunas personas cuando desobedecen a Dios, minimizan lo que han hecho. Dirán cosas como: "Lo que hice no fue gran cosa, no fue tan malo como lo que han hecho otras personas. No es como si yo hubiera matado a alguien." "No soy una mala persona. Hay mucha gente que ha hecho cosas peores que yo.”
¿Alguna vez has usado alguna de esas excusas?
Hay un antiguo proverbio chino que dice: "Comete un pecado dos veces y no te parecerá pecado". Si hacemos lo mismo bastantes veces, eventualmente nuestra conciencia se endurecerá y realmente creeremos que lo que hacemos no es gran cosa. Hay mucha gente que vive su vida minimizando su pecado. Pero otras personas van al extremo opuesto agrandando a su pecado. Las personas que maximizan su pecado andan por ahí castigándose a sí mismas por lo que han hecho. Repiten lo que hicieron en sus cabezas una y otra vez, asegurándose de sentirse lo más mal posible porque en sus mentes creen que no merecen ser perdonados. En sus mentes, tienen que pagar por lo que han hecho. Sin importar que Jesús ya pagó el precio por sus pecados en la cruz. Aunque Él haya recibido la tortura que ellos merecían, ignoran lo que Jesús hizo por ellos, y pasan sus días castigándose a sí mismos.
Las personas que engrandecen a su pecado por encima de Jesús, creen que lo que hicieron es tan grande, que Dios nunca podría perdonarlos. Por supuesto, lo que no entienden es que su pecado nunca podrá ser lo suficientemente grande para que sean descalificarlos del perdón de Dios. Piensa en ello de esta manera. No importa lo que hayas hecho, ¿cuál es la peor pena que te podría imponer la sociedad? Es la pena de muerte, ¿verdad? La buena noticia es que Jesús ya sufrió la pena de muerte por ti para pagar por tu pecado. Él ha pagado el precio más alto por ti.
No tenemos que castigarnos por lo que hemos hecho mal, porque Jesús ya fue castigado por nuestro pecado. El precio que le debíamos a Dios, Jesús lo ha pagado en su totalidad con su propia muerte, entierro y resurrección.
Ahora bien, se supone que no debemos encoger o agrandar nuestros pecados. En su lugar, debemos arrepentirnos de él. ¿Y qué significa eso? El arrepentimiento es sentir que el corazón se te rompa cuando te das cuenta que tus acciones han roto el corazón de Dios. El arrepentimiento es mucho más que simplemente admitir que la regaste. Si, eso es parte del arrepentimiento, pero no se trata sólo de sentirse mal por lo que has hecho. Es también el deseo de ir en una dirección diferente y cambiar el comportamiento. El arrepentimiento es detenerse, corregir, dejar y arreglar tu situación con la ayuda de Dios, para no volver a ir por ese camino. En pocas palabras, el arrepentimiento nos cambia. Y para nosotros cambiar significa que tenemos que llevarnos bien con Dios y poner atención a lo que nos llevó a tener este momento.
Hay una o dos razones por las que tendemos a caminar por el mismo camino, una y otra vez, sabiendo en todo momento que conduce al mismo callejón sin salida. Y te sugeriría que cuando estés trabajando en esto, permitas que algunos de tus amigos de confianza se acerquen a ti y compartan sus ideas para alentarte.
No sé ustedes, pero yo tengo áreas en mi vida que ignoraré o fingiré que no existen. Y si me dejo solo, nunca enfrentaré el pecado que hay en mi vida. Por eso necesito a las personas que me digan la verdad para no seguir caminando por el mismo camino, lastimándome una y otra vez, y sobre todo lastimando a Dios y a mis seres queridos.
Ésa es otra razón por la que estresamos tanto la importancia de los grupos pequeños en la iglesia de Sagebrush. Date cuenta de que no fuiste creado para ir solo por la vida. Nos necesitamos unos a otros en este viaje. Por eso les digo todo el tiempo: Formen un grupo y vivan la vida en comunidad.
Sé bien lo que algunos de ustedes están pensando: "Todd, ¿qué pasa si vuelvo a caer en el mismo hoyo? ¿Qué pasa si hago lo que me prometí a mí mismo y a Dios que nunca volvería a hacer? ¿Dios me perdonará otra vez?".
Me alegra mucho poder decirte que la respuesta es “sí”. Dios nunca se rendirá contigo.
Dios perdona un corazón arrepentido. Y como Dios perdona, podemos perdonarnos a nosotros mismos y enfocarnos en el futuro.
El apóstol Pablo escribió: "olvidándome de lo que quedo atrás y lanzándome hacia lo que está adelante, continuo hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios me ha llamado en los cielos a través de Cristo Jesús". Pablo, el misionero más grande que jamás haya caminado sobre la faz de la tierra, dice: "Me olvido de lo sucedió en mi pasado".
¿Sabías tú que Pablo tuvo un pasado pecaminoso? Una vez se llamó Saul y se ganaba la vida persiguiendo y encarcelando a los cristianos. Muchas de las acciones de Pablo fueron vergonzosas. Y Pablo podría haber pasado todo ese tiempo recordando lo que había hecho, pero ¿de qué le habría servido eso? Pablo aprendió de su pasado y avanzó hacia su futuro. Nosotros necesitamos hacer lo mismo.
Si dices: "Pero no me siento perdonado". Bueno, gracias a Dios el perdón no se basa en nuestros sentimientos. Somos perdonados porque cuando confesamos nuestros pecados, nuestro Dios es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda injusticia.
Si lo confesamos y nos alejamos del pecado, Él nos perdona y no hay vuelta de hoja. Nos guste o no. Así que deja de decir: "Creeré que estoy perdonado cuando me sienta perdonado" y comienza a decir: "Estoy perdonado porque Dios dice que lo soy".
Dios nunca se rendirá contigo, así que no te atrevas a rendirte contigo mismo.
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