Primeros Pasos: Bautismo

Estudio Bíblico de Juan: Día 6

Lee Juan 6:1-71.

Debo confesar que me encanta el pan. Pero tengo que tener cuidado de no tener mucho pan en mi casa porque comeré demasiado. Cuando pienso sobre el pan, me viene a la mente algo que acompaña a la pasta, la sopa o una ensalada, o algo que usamos para hacer hamburguesas o sándwiches. Para la gente que vivió en la época cuando Jesús caminó en la tierra, el pan representaba mucho más. Era un alimento esencial para vivir. Por eso no nos extraña que Jesús declarara en Juan 6:35, “Yo soy el pan de vida”.

En el capítulo 6 del libro de Juan, Jesús está instruyendo a la muchedumbre. Mientras enseñaba, se dió cuenta de que la multitud tendría hambre y necesitaría algo para comer. Andrés, uno de los discípulos de Jesús, notó que había un niño en la multitud con cinco panes de cebada y dos pescados. Cuando Andrés dijo esto, Jesús ordenó a sus discípulos que le dijeran a todos los que estaban ahí que se sentaran. ¡Era una multitud de aproximadamente 5,000 hombres, sin contar mujeres y niños!

A continuación, sucedió un milagro. Mientras Jesús oraba, dio gracias al Padre por los alimentos y distribuyó el pan y los pescados a la multitud de personas. A medida que se repartía la comida, cada persona comió hasta quedar satisfecho. Después de que todos habían comido, Jesús les dijo a sus discípulos que recogieran las sobras y llenaron doce canastas con la comida sobrante. Todos estaban asombrados por este milagro.

Al día siguiente, algunos que habían visto a Jesús multiplicar los pescados y el pan, se reunieron con El. Jesús les dijo que no habían venido a verlo por el milagro que había hecho el día anterior donde comieron los pescados y el pan que Él había multiplicado (versículo 26). Luego les ordenó: “No se preocupen tanto por las cosas que se echan a perder, tal como la comida. Pongan su energía en buscar la vida eterna que puede darles el Hijo del Hombre” (versículo 27).

Más adelante en este capítulo, Jesús proclamó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed jamás” (versículo 35).

Jesús les enseñó que, aunque ellos buscaban alimentos físicamente, lo que realmente necesitaban eran alimentos espirituales, que solo Él proporciona. El pan espiritual incluye elementos de Dios que nos ayudan a crecer en nuestra relación con Él. Estos elementos pueden ser enseñanzas sobre la Biblia, leer la Biblia, escuchar una canción de adoración y hablar con otros sobre Dios. Todas esas cosas nos ayudan a crecer y a conocer más a Dios.

Mira, solo Jesús es capaz de satisfacernos y completarnos completamente. Él nos ayuda a crecer en nuestra relación con Dios. Él nos sostiene. Él nos llena para que estemos satisfechos solo a través de Él, incluyendo relaciones con otras personas, posesiones materiales o cualquier logro profesional. Solo Jesús puede satisfacer nuestras necesidades más profundas.

¿Lo buscarás en Él, el pan de vida, de satisfacción y de plenitud?

AVANZANDO HACIA LA ACCIÓN

Todos tenemos en nuestro corazón un profundo anhelo que solo Jesús puede satisfacer. Puede ser tentador recurrir a otras personas, la comida, el dinero, nuestras carreras profesionales, el entretenimiento y muchas otras cosas más para satisfacernos, pero hasta que busquemos a Jesús, el pan de vida, seguiremos teniendo hambre.

Cuando reflexionas sobre tu vida, ¿a dónde te diriges para satisfacer ese anhelo en tu corazón? ¿Te diriges a una relación, tus finanzas, la comida o algo más aparte de Jesús? Si es así, estas cosas pueden satisfacer temporalmente, pero te dejarán con hambre después.

Hasta que busques a Jesús para satisfacerte, siempre tendrás hambre. Vuélvete hacia Él hoy. Piensa en eso que te hace sentir tentado y pasa el día sin entregarte a ello. Pasa el día sin disfrutar tu forma favorita de entretenimiento. Si recurres a la comida, elige no comer tu alimento favorito hoy y come algo más en su lugar. Si se trata de una relación, por supuesto, no ignores a esa persona, pero comprométete a compartir el tiempo que valga la pena. Mientras haces estas cosas, recuerda que Jesús es el único que puede satisfacerte completamente.