Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó. (Génesis 1:27)
Pues soy pecador de nacimiento, así es, desde el momento en que me concibió mi madre. (Salmos 51:5)
. . . Todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios. (Romanos 3:23)
¡Jamás podría escaparme de tu Espíritu! ¡Jamás podría huir de tu presencia! Si subo al cielo, allí estás tú; si desciendo a la tumba, allí estás tú. Si cabalgo sobre las alas de la mañana, si habito junto a los océanos más lejanos, aun allí me guiará tu mano y me sostendrá tu fuerza. Podría pedirle a la oscuridad que me ocultara, y a la luz que me rodea, que se convierta en noche; pero ni siquiera en la oscuridad puedo esconderme de ti. Para ti, la noche es tan brillante como el día. La oscuridad y la luz son lo mismo para ti. (Salmos 139:7-12)
Pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores. (Romanos 5:8)
No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos. (Juan 15:13)
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